Queremos una democracia chorreal, porque yo lo valgo. Para ello basta con gastar el capital en denodados esfuerzos por equilibrar la evidente desven-tajada imperante en el estrado de las costras. Un comportamiento nada baladí ante el reproceso inusitado de las finas finanzas aderezadas con dialéctica del toda-vía, el estupor por tu bienestar acaudalado a cada lado del sofá. Una orquesta afinada para ti, desde la firme convención de la seguridad hogareña.
Queremos una democracia chorreal, porque yo lo valgo. Para ello basta con tasar esta sarta de ratas escurridizas en la dicción solvente de un ambicioso proyecto consuetudinario en el ámbito de las reformas turgentes inminentes.
Queremos descansar emplásticamente en la empatía comunal de un entendimiento definitivo entre las culturas a ras de su ego. Queremos comer ajos y deshojar las horas con la mirada fija en el infinito de nuestra igno-rancia infusa. Queremos mosquearte con la frialdad del que teme la calle y se repantiga en el sillón de orejas sin oído.
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