Nada más lejos de mi tensión amedrentaros con soliloquios o con banales sortilegios hueros. Mi cometido es providencial y usufructuario, devanador y antropocéntrico, calculador y espeso. La coyuntura en derredor insta a talar en instalar arbolitos artificiales para nuestra ametrallada capacidad de disfrute de lo auténtico.
Nos están graznando terreno, nos siguen atosigando y siguiendo como esporas de espías, como diásporas traviesas del mal, pero el mal, señuelas y caballetes, el mal lo permitimos nosotros, así que hay que espabilarse y estudiar el asunto, hay que saber gestionar las emociones para estar preparados, para no estar parados aunque lo estemos oficialmente (ése es su oficio, no el nuestro).
Heridos ciudadanos, señuelas y caballetes, basta ya de batallas externas, tensemos nuestra cuerda interna y lancemos la flecha indiscutible del corazón a la cara del precio, a la cara del falso, a la cara del miedo, a la cara del oscuro alacrán. Somos indios sin dios, somos los siervos de las amebas sueltas de Adán y Eva, los hijos de cada ín, nosotros maquinamos La Historia, nosotros damos rumbo al unísono, así que no solo uno sino todos -si noto mejoría mejor río- ¡Adelante! ¡Envidemos a órdago!
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